EL HIJO PRODIGO
Lucas 15:11-32
El Padre, YAHWEH, tenía dos hijos, Efrayim era el más joven
de los dos.
Este, tomó la decisión de dejar a Elohim e irse lejos, a los
gentiles.
Ya no quería celebrar el Shabat, no obedecer la Torah, gastó
su bendición heredada de Avraham entre los gentiles.
Y cuando había perdido toda la herencia de sus antepasados,
y ya no le quedaba nada de la identidad hebrea, tuvo una necesidad enorme y
notó que estaba vacío.
Estaba sucio y maloliente porque no seguía la Torah del
Shaddai que había llenado el corazón de sus ancestros.
Estaba viviendo en pecado y comía cosas impuras; cerdo,
conejo y mariscos.
Además se estaba alimentando de filosofías paganas venidas
de Babilonia y Grecia que no podían llenar su alma.
Conocía todas las doctrinas de la iglesia, pero su estómago
estaba vacío. Necesitaba algo más.
Un día volvió en sí. Había algo dentro de él que todavía le
llamaba. Cuando oía la música hebrea fue profundamente conmovido. Tenía ganas
de acercarse a la casa de su padre, a Yisra’ÉL.
No obstante, tenía miedo de ser acusado de “judaizante”, y
de vivir “bajo la ley”.
Pero al final tomó la decisión de volver a sus orígenes
hebreos, porque sabía que en ellos había comida que podía llenar su alma.
Allí estaba la Torah y el Espíritu de Elohim que son el
alimento que puede llenar su interior. Allí había pureza y alegría.
Allí había celebraciones maravillosas que venían del cielo,
no de Babilonia; fiestas que venían de Yerushalayim y no de Roma.
Estaba dispuesto a estudiar la Torah y a celebrar el Shabat
con su Padre.
Cuando se acercaba a la casa de Yisra’ÉL, el Padre le estaba
esperando. Su humillación fue cambiada en honra. Su identidad comenzó a
restaurarse por completo.
No necesitaba sentirse rechazado por no haber nacido como
judío. Era un hijo pleno, totalmente aceptado por su Padre.
Sin embargo, a su hermano mayor, Yehudah, no le gustó nada
la idea de la reunificación de los dos hermanos.
El tenía sus propios problemas y estaba todo el tiempo
ocupado con su intento de cumplir las normas de su Padre. Se enfadó cuando vio
a su hermano con el talit puesto.
El no estaba dispuesto a compartir la herencia con su
hermano que la había malgastado entre los gentiles.
El no era judío, no había nacido circuncidado en la carne.
No había nacido de madre judía, ni se había convertido al judaísmo legalmente.
Además tenía una pinta de gentil y no sabía comportarse como
un judío. Era algo humillante para él.
Pero la última palabra la tenía el Padre y sería dada:
Yehudah, ustedes han estado siempre conmigo, y todas mis cosas son suyas.
Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este
tu hermano Efrayim era muerto, y ha revivido; se había perdido entre los
gentiles, y es hallado digno de ser llamado hijo del Elohim viviente.
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